miércoles, 19 de octubre de 2016

Rulo: «Los medios de comunicación de este país tienen una gran deuda con el rock»

El músico y letrista Rulo en una imagen promocional. (Foto: Jose Girl.)


Con la grabadora ya encendida, la primera pregunta de la entrevista tarda más de cinco minutos en ser formulada porque Raúl Gutiérrez Andérez, Rulo (Reinosa, Cantabria, 1979), puro nervio camuflado bajo una apariencia sosegada, caldea el ambiente con una disertación acerca de los peligros de dárselo todo a tu trabajo y desatender tu vida privada, y de la errónea y generalizada creencia de que el éxito es ruido y sobreexposición, cuando consiste en algo tan básico, y tan difícil de lograr, como dedicarte a lo que te gusta. Lo dice alguien que aún tiene la dicha de caminar por la calle sin que eso suponga un infierno («no soy nada mediático y cuando me para un tío en la Gran Vía de Madrid, como es por mi música, viene con un cariño y un respeto alucinantes») y que en las dos décadas que lleva en la música ha firmado 13 discos.

Este exintegrante del grupo de rock duro La Fuga está presentando su tercer disco de creación en solitario, El doble de tu mitad ―compuesto de once piezas de rock de autor―, con multitudinarias firmas de discos en centros comerciales de las principales ciudades españolas. Después vendrá una gira por nuestro país (ya se han agotado las entradas para Madrid y Valencia) y por América. Son los sabrosísimos frutos obtenidos tras años de esfuerzo y no pocos sacrificios.

Pregunta.– Cuando hace siete años te fugaste de La Fuga juraste, quemadísimo, que nunca volverías a formar parte de un grupo. Por suerte, saltaste a una piscina llena: cinco discos ya con una multinacional, tres de ellos de creación, y los ‘rulómanos’ en aumento. 

Respuesta.– Siete años ya… Cómo pasa el tiempo. La verdad es que hay que seguir las corazonadas porque, en ese sentido, tengo una suerte tremenda: el noventa y nueve por ciento de ellas me han funcionado. Para mí no fue fácil irme de un lugar [La Fuga] que consideraba mi casa, que había montado con Fito, que sigue conmigo, y para el que había compuesto cerca de 100 canciones en 13 años. Un grupo que, en Madrid, pasó de ofrecer un primer concierto en Al’Laboratorio, en Malasaña, a llenar dos noches la sala Divino Aqualung, y también la Cubierta de Leganés y el Palacio de los Deportes. Cuando tienes 20 años estar en un grupo es lo más maravilloso que te puede pasar, pero a partir de los 30 lo veo una utopía. Ahora tengo lo mejor de un grupo y lo mejor de ir en solitario.

P.– Espinoso asunto el de las jerarquías dentro de un grupo.

R.– Mucho. ¿Por qué si siempre había sido yo el compositor tenía que haber, de pronto, cuatro compositores? ¿Por qué, de repente, alguien quiere componer? Cuando en el primer disco ese alguien estaba en el bar y yo en casa componiendo. ¿Porque hay una cosa que se llama derechos de autor o porque realmente tiene las vísceras que se le salen por la pluma y por la boca? Y todo el mundo se escudaba en que como era un grupo… Reconozco que fui un líder pésimo, el antilíder, de hecho, porque en lugar de discutir me marché. A mí, el mínimo arañazo me hace mucho daño. Tengo una capacidad increíble para absorber golpes, pero cuando me harto ya no hay vuelta atrás.  

P.– ¿Son aún más desagradables las luchas de egos que las de pareja?

R.– Sí, porque las de pareja como que van con el cargo.

P.– ¿Y en un grupo no?

R.– Con 20 años crees que no; ahora ya sé que sí. Pensaba que esa banda era para toda la vida, y de ahí el mazazo. Luego te ves en tu casa y lo que menos te importa es el dinero o que no te vayan a ver 12.000 personas. Me fui de un barco con grifería de oro a un pesquero pequeño y humilde. Pero, al final, ¿qué es el éxito? Cuando estaba en la Fuga, el camino hacia el éxito me hizo mucho más feliz que su llegada.

P.– Los preparativos de un viaje suelen ser más emocionantes que el viaje en sí.

R.– Sí, es cierto. Y si el destino está a la altura del viaje es cojonudo, pero muchas veces no es así. Las expectativas… Sentimentalmente, hoy en día estamos un pelín más preparados para la caída. La vida es una sucesión de caídas y ‘levantadas’. Me tocó esa caída y ahora llevo unos años de ‘levantadas’ maravillosos. Todo se goza en función de lo que se sangró. Creo que el que no sufrió mucho no puede gozar mucho.

P.– Uno es, en fin, sus cicatrices.

R.– Sí. Así es. Y luego aprendes a valorar otras cosas.

P.– Vienes del rock duro, del metal, pero en el curso de tus viajes has sacrificado la caña en aras de la literatura y el rock de autor. ¿Es la evolución lógica?

R.– No sé si lógica, pero sí natural. Es verdad que en un grupo hay un corsé y que te acabas metiendo en él. Con La Fuga sí había un pequeño porcentaje para el cantautor que siempre he llevado dentro, en forma de una o dos canciones acústicas, y conseguí que hiciéramos una gira en teatros con ocho instrumentistas más. Al final, cuando vuelas en solitario puedes hacer aún más lo que te sale de las narices. Creo que tengo dentro al cantautor y al cantante de rock, y ahora es cuando mejor se llevan, la verdad. Y también es que ahora hay menos rubor por parte de uno mismo, porque cuando era adolescente, con mis amigos, no podía decir que escuchaba de todo, cuando era así. Mi madre tenía un programa de radio amateur con sus amigas, en la Cope de allí, y mi padre era músico, y en casa se escuchaba Supertramp, la Creedence, que es el grupo favorito de mi padre, Sabina, Boney M… Pero no podía decirlo.

P.– Salvo sus satánicas majestades Extremoduro, en España no hay un grupo o solista de rock duro que llene estadios. El pop y el pop/rock, en cambio, sí que arrastran multitudes. ¿Somos un poco moñas?

R.– Pues no lo sé, tío. La verdad es que tampoco hay muchas bandas de rock. Ya no es masivo ni no masivo, es que no veo que haya bandas de rock que hayan venido no a suplir, pero sí a sumarse a lo que hay. Una hornada nueva. Decían que con internet iba a haber muchas más y creo que no es así. Si antes Dro destinaba equis dinero, trabajo y cariño a bandas emergentes, ahora ya no.

P.– Ahora solo se apuesta por lo seguro.

R.– Sí, cuando lo seguro ya no lo es tanto. Y entonces es complicado. Creo que los medios de comunicación de este país tienen una gran deuda con el rock. Lo digo porque he ido mucho a México y a Argentina, y allí, en una misma emisora de rock, conviven todos los estilos. Aquí también hay mucha gente a la que le gusta el rock, pero los medios de comunicación no le dan bola.

P.– También sucede que esa gente a la que le gusta el rock, o rock duro, acaba echando pestes del producto nacional. Un poco como nos pasa con el cine autóctono.   

R.– Sí. Dicen: «Bah, es una película española». Pero ¿cómo pueden decir eso? Es una frivolidad. Es cierto lo que dices del rock, que hay un vacío, un hueco importante. Y los medios, insisto, tienen una deuda con él. 


Portda del disco El doble de tu mitad.

P.– La influencia de Sabina y de Roberto Iniesta en tu obra es incontestable. Hasta el punto de que algunas de tus canciones son tan deudoras de ellos que no podrían haber nacido sin su existencia.

R.– Sí. Por ejemplo, una canción de este disco, «La flor II (4 estaciones)», que es la continuación de «La flor I», es especialmente Robe y no nos hemos cortado ni media en ese sentido. Robe siempre ha sido una inspiración. Tener cosas suyas me encanta. Como me gustan Antonio Vega, Enrique Urquijo... Alguien se puede preguntar qué tiene que ver Robe con Antonio Vega, pues, para mí, muchísimo. A pesar de ser distintos entre sí, siguen una misma línea: música en castellano, intentando mimar los textos, y mucha víscera. Tengo como un top 10 de gente que me ha marcado muchísimo, y ellos, Sabina y Robe, están ahí. Y en el caso de Sabina, al final ha marcado más a las bandas de rock de lo que ellas reconocen.

P.– El título del disco, El doble de tu mitad, es una perífrasis (rodeo verbal) de «tú» o «toda tú». ¿Cómo hay que interpretarlo? ¿Como que a la destinataria de la frase no le sobra ni le falta nada?

R.– Al menos, yo sí tengo esa percepción. Y el título, sí, viene a decir «tú». Es como la canción «Me gusta», de la que viene ese título, en la que hablo de que lo que más te molesta de una persona después de llevar 10 años con ella, en los primeros 10 meses te encanta. Qué tarada nos hace la ‘patata’ [la cabeza]. Por eso es bonita la vida.

P.– Salvo momentos puntuales, te ha salido un disco celebrante, un canto al amor. Justo aquello en lo que te «cagabas» cuando estabas en La Fuga.

R.– Y me sigo cagando. Es como la guerra que conlleva el amor, más bien. Es inevitable que cuando sacas tus vísceras para hacer una canción, salgan cosas de tu propia vida. La mayoría de las canciones, salvo «Días dorados» o «Tu alambre», representan un momento vital de los dos últimos años. También he tenido la suerte de encontrar a una persona que da para 103 canciones, como El salmón [disco de Calamaro]. Cinco Salmones podría hacer yo. Y eso yendo bien la relación. Como vaya mal, puedo pasarme al lado oscuro total. Y es que es inspirador estar con alguien que te abandona cada 10 días y te pone la maleta en la puerta de casa. Alguien con mucho carácter. Lo que pasa es que ella pensaba que yo no lo tenía.

P.– Choque de trenes.   

R.– Sí. Y a toda leche. Pero son maravillosos. Amores que matan nunca mueren.

P.– Hay dos canciones, «Me quedo contigo» y «La reina del barrio», en las que deslizas, veladamente, los nombres de Manolo Tena y Mario Benedetti. ¿Son dos referencias? 

R.– Manolo no está en mi Top 10, pero lo tengo como un compositor increíble y se notaba que vomitaba lo que escribía. Y soy fan de su etapa en solitario. Su último disco, Casualidades, me encanta. Y Sangre española, de 1992, se escuchó muchísimo en mi casa. Ese talento, bien gestionado, habría sido increíble. No es normal que alguien que llena Las Ventas, a los dos años no tenga discográfica. Y el estribillo de «Me quedo contigo», y no quiero que suene oportunista, me recordaba tanto a Alarma!!!, aquel grupo que tuvo Manolo, que me dije: ahí va un humilde homenaje. Y de Benedetti tengo su libro El olvido está lleno de memoria, y cuando llegó mi canción, «La reina del barrio», me dije que tenía que meter esa frase como fuera.     

P.– Ese tema sobre el alzhéimer o cáncer de la memoria ¿está escrito con conocimiento de causa.

R.– Absolutamente. Por mi abuela, que tenía ochenta y tantos años, y por la mamá de mi mujer, con solo 60. Estaba tocando la canción y mi mujer apareció, llorando, y me dijo: «¿Qué cojones estás haciendo?». Me salió así, entera. Yo no sé escribir a la carta. Escribo, y punto. Si hubiera tratado de hacer una canción sobre el alzhéimer de manera premeditada, seguro que habría estado llena de tópicos. Eso no se puede forzar. Estaba en el extranjero y mi abuela en coma en el hospital de Reinosa, y llegué a tiempo de ponerle sobre la almohada la canción, guitarra acústica y voz. Me da igual que suene sensacionalista, pero para mí fue la polla. Quería que la escuchara. Se la puse en bucle. Y mi hermana, mi madre y yo llorando, imagínate… Y al día siguiente se murió. Está dedicada a ella y a la sonrisa de Lola, la mamá de mi mujer, que sigue viva y puede escuchar la canción aunque no sepa que es para ella.  
   
P.– No he detectado una sola alusión política en tu disco. ¿No te interesa el tema o es que ya has tirado la toalla?

R.– Yo era un fanático de los telediarios, y ya no los veo. Como tantos otros, me siento engañado por los políticos. Nunca he sido de posicionarme políticamente, y no por cobardía sino porque no lo estoy. Puedo ser un amante de causas perdidas y no me corto ni media, pero es que no veo que haya ningún político que me represente. Y el que no haya nadie que hable de la bajada del IVA cultural me descorazona del todo porque el setenta por ciento de los conciertos que ofrezco me hago empresa, me autogestiono. Tengo una niña de nueve años y un niño de 20 días y me parece una mierda lo que les estamos dejando, y no hay visos de mejora. Que no me salga una canción de eso no significa que no me toque las pelotas.  

P.–¿Crees que es cierto que hay dos Españas o son los medios de comunicación los que insisten en algo que no es real?

R.– Hay una España que está hasta los huevos. Y luego los medios de comunicación están polarizándola especialmente.

P.– Luego, de haber dos bandos, estos serían los españoles y los políticos.

R.– Para mí sí. Pero los políticos viven de polarizarlo. A la gente la calientas y al posicionarse tanto contra el otro está más contigo. Viajo muchísimo. Voy a Sevilla cinco o seis veces al año, voy a Barcelona más todavía, y no veo esa movida que se ve en esos telediarios que he dejado de ver. Y tengo una banda multicultural. Por economía y logística es un desastre, pero en lo personal es algo maravilloso. En la furgoneta Charly habla eusquera. Y también se habla catalán. Y hay un aragonés... Nos falta un gallego. Cada uno tiene sus cosas, pero todos somos muy parecidos. Desde fuera se ve a España como en una guerra civil, entre comillas, permanente: una guerra política y geográfica que no es cierta. La sociedad no está tan fragmentada, está harta. Y punto. De unos y de otros y de que nadie lo quiera cambiar. Decir todo esto sin caer en lo panfletario es muy difícil. Hay bandas que lo hacen con genialidad, pero yo no me muevo en esas aguas con solvencia.  
     
P.– La gira española arranca en noviembre y en abril viajarás a América, en donde cuentas con muchos fieles. ¿Qué podría enseñarle el público latinoamericano al español, y viceversa?

R.– Mmmm. Voy a ser impopular. América tiene un poder para la emoción y la fascinación que aquí se ha perdido. En la vieja Europa sigue dándose el «yo lo haría mejor que este», «este no es tan bueno», «este no es para tanto». Ese rollo que tenemos y del que hay que curarse. Hay que descubrirse ante la gente que está haciendo bien las cosas aquí. Y no es que en América sean menos exigentes, no es verdad. Hay gente que piensa que el público americano se lo traga todo, y para nada. Tienes que ganártelo desde abajo, con sangre. Es cierto que una vez que entras ya es para siempre, aunque luego tengas trabajos más flojos. Son más fieles, sí, pero no gilipollas. ¿Qué puede aprender el público latinoamericano del español? Me cuesta más dar una respuesta. Y estoy diciéndolo a un medio español. No lo sé. Aquí ponemos arriba a alguien a toda leche, y luego… Quizá esto sea injusto cuando el disco acaba de salir y para el concierto de La Riviera [Madrid] en noviembre ya no quedan entradas. Los 2.000 tíos de La Riviera me deberían dar un tortazo si me ven por la calle, pero no me estoy metiendo con el público que tengo aquí, que es muy fervoroso, sino, más bien, destacando las bondades del de allí. Y ahora, encima, vamos a anunciar un concierto en el Palacio de los Deportes [Barclaycard Center] para el 23 de marzo. Que, por cierto, esa es otra cosa que me toca un poco las pelotas, porque está guay crecer pero, por otro lado, es un poco como ir con el cuchillo entre los dientes: «A ver si metemos 4.000 o 5.000 personas». Eso me genera ansiedad y me distrae. Y ya les he dicho que no me vayan adelantando cómo van las ventas. Si es sold out dímelo, pero sino no. Casi prefiero dar seis conciertos en La Riviera, y ya está. Aparte de que yo, esté la sala llena o no, siempre voy a tratar de dar el mejor bolo de mi vida. Me encanta una frase de la última película de Woody Allen que dice: «Vive todos los días de tu vida como si fueran el último porque algún día acertarás». Yo vivo todos los conciertos de mi vida como si fueran el último, porque algún día lo será.  


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